domingo, 29 de septiembre de 2013

Berlin en 80.000 zapatillas

"(...) last year the 40,000 spots for the BMW BERLIN MARATHON sold out in just three and a half hours,"
SCC Events. Berlin Marathon website
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Eran ya las 0900 cuando apagué el televisor. Los corredores de la Maratón ya habian salido hacía unos quince minutos. Mi plan inicial: ir al km 18, al lado de mi casa, para ver pasar a los primeros (y las primeras) y mientras los campeones se daban prisa en recorrer los 24km que les quedaban, yo intentaría llegar al centro para ver su llegada. Total, yo sólo tenia que hacer 6km mientras ellos corrian unos 24. Y ademas, me daba tiempo hasta a comprar un café para el camino.

Con un capuccino para calentar mi mañana hasta que el sol hiciese su labor, esperé ansiosa la llegada de los keniatas, mientras veia pasar a los primeros atletas: los corredores en silla de ruedas. Mientras les aplaudía, mi mente se supo a recordar la pasada edición que seguí desde el km 21. Fue hace un año cuando empezó a picarme el gusanillo de sufrir esos 42 kilómetros. De calzarme unas zapatillas y, por una vez en mi vida, tener la plena conciencia que sólo dependía de mi ese reto, ese sufrimiento. Porque una maratón es una lucha contra uno mismo y quizá, sea la única que realmente podemos elegir a lo largo de nuestra vida (el resto, viene dadas simplemente por el hecho de vivir, del destino). Quizá sea porque en esta maratón uno no corre solo: tiene a miles de participantes a su lado, a cientos de voluntarios que hacen posible que esto ocurra echándole un cable y a miles y  miles de personas animándole.

Ese pensamiento me paralizó y me retuvo en mi barrio viendo a los corredores pasar. Al fin y al cabo, el maratón de Berlin es la fiesta de esas 40.000 personas que se han apuntado, no de Wilson Kipsang. Porque si bien él es capaz de correr en 2horas y 3 minutos, ¡a ver que le da tiempo a ver y disfrutar de una ciudad llena de gente y música!

Casi dos horas más tarde, y mientras yo me iba moviendo en dirección contraria a los participantes, decidí que era hora de acercarse un poco más a la meta. No estaba ni a mitad de la carrera y no paraban de pasar atletas. Incluso había momentos en los que los corredores se salían de la calzada (de tres carriles) a la acera en busca de un espacio por el que correr!. Pero, siendo casi las 11 de la mañana, opté en acercarme a ver el ambiente cercano a la meta y asi ademas comprobar la condicion de los corredores. Si ya tenía decidido intentar correr la edición del 2014 desde hacia muchos meses, no por ello, iba a quedarme sin hacerme una idea que en que estado podré terminar yo, de aqui a 364 dias (el domingo 28 de septiembre de 2014).

Conseguí llegar (en metro) a Potsdamer Platz. Y ahí, a 4km de la meta me hice un hueco para ver en primera fila a los corredores. Sabía que, aunque me separaba un km de la meta, iba a ser prácticamente imposible acercarse por allá. Y tras haber pasado dos horas aplaudiendo a los corredores y sacando fotos y vídeos, esta vez me dediqué a disfrutarla: a simplemente captar los gritos de ánimo de mi alrededor, el momento ese en el que el corredor se para al ver a su familia y corre a besarles y abrazarles antes de seguir su camino, los ánimos nacionalistas (los de las polacas cada vez que veían a un corredor con la camiseta polaca, por ejemplo), las risas al ver a un corredor disfrazado, el abuelo que se conoce a la mitad de los participantes y no para de animarlos por su nombre pero sobre todo, poder dejar la mirada perdida para sólo poder distinguir colores y movimientos de esos 40.000 pares de zapatillas, solo un bulto formado por miles de personas que llevaban más de 3 horas corriendo. Y entonces, volver a fijarme en los detalles y ver la sonrisa de algunos, los bromas de otros, las miradas a los relojes, las caras de sufrimiento pero de empeño.... E incluso, las muecas y el dolor de aquellos a los que sus piernas les dijeron que no, que no pensaban avanzar más.

Entonces recordé mis rodillas y lo felices que van a estar si las hago correr 42km por carretera. Y dudé... tres segundos. Ante mis ojos, tras más de 4 horas de carrera, seguían apareciendo corredores de distintas edades, nacionalidades, con distintas formas físicas... Al fin y al cabo, correr una maratón es mucho más que una prueba física, es una lucha mental: es un tira y afloja psíquico.

Pero también el maratón de Berlin es más que 42 km; es una fiesta de la ciudad, de los que se calzan unas deportivas y salen a correr a las 6 de la mañana a menos 5 grados por el Tiergarten y de los que disfrutan viendo el deporte;  es un canto a la unidad y la historia de la ciudad (hasta 1990 recorría sólo Berlin oeste.Y empieza y acaba en la Puerta de Brandenburgo); a la interculturalidad y al respeto; es una visitia cultural (apenas tiene recorrido "por las afueras" ni tiene necesidad de formar recorridos complicados: es prácticamente dar una vuelta al centro. Y encima ves prácticamente todas las atracciones turísticas y monumentos).

En definitiva, que si la suerte nos acompaña, el próximo año, me habré ganado mi vuelta a casa en metro, psicológica, física y culturalmente.





martes, 24 de septiembre de 2013

La posible alternativa


El pasado domingo, Alemania celebraba el Bundestagwahl, es decir, las elecciones generales al congreso para elegir nuevos diputados y nuevo Canciller. Y aunque los que me conocéis sabéis mi fobia a estar a menos de 100 metros a un político, decidí aprovechar esta ocasión para curiosear si al final todos los políticos son parte de la misma fauna. Total, aquí tengo la excusa de la lengua para hacerme la tonta.
    En un principio pensaba pasarme por la sede de la CDU (Christlich Demokratische Union), vamos a ver que se cocía en el cotarro de Merkel, al final acabe siguiendo el proceso electoral en un céntrico hotel berlinés, que se convirtió durante esa jornada en el headquarters del imberbe Alternative fuer Deutschland, el AfD, un partido político fundado hace poco más de un año y que luchaba por lograr el ansiado 5% necesario para poder formar parte del Bundestag. 
    Aunque se quedaron con la miel en los labios al quedarse en el 4,8% y tendrán que esperar otros cuatro años para volver a intentarlo, resulta esperanzador saber que este partido logro, en unos pocos meses, convencer a casi tres millones de alemanes. Recordemos que, aunque sea un estereotipo, los alemanes son bastante tradicionales y reacios a cambios (y quien crea lo contrario que se fije en la campana política de Merkel que se ha basado en ello)
    Dejando a un lado el análisis de las ideas políticas de los seguidores de la AfD (euroescépticos liberales de derechas con pinta de licenciado del ICADE), ya que  en este caso no tiene importancia, mi principal conclusión de la noche estaba dedicada a la situación política de mi país. Las comparaciones son odiosas, lo se.
    Llama la atención que mientras que en España, los ciudadanos han salido a la calle con bastante asiduidad a mostrar su descontento con el actual gobierno y, en general, con la situación política; este descontento no se ha visto reflejado en las urnas. De hecho, no fue hasta hace unos meses cuando algunos integrantes del movimiento de 15M empezaron a plantearse la posibilidad de fundar un nuevo partido político (y solo se lo han planteado tras el éxito del partido del Movimiento Cinco Estrellas), totalmente lo contrario a lo que hicieron sus compatriotas alemanes que fundaron un partido político en plena crisis económica y siendo conscientes de la dificultad de superar los 3 millones de votantes. Durante la víspera del domingo, los principales líderes del partido agradecieron a sus seguidores el apoyo y, aunque al final de la noche reinaba un ambiente de tristeza en una sala que tras conocer los primeros recuentos se había ido vaciando, aceptaron el resultado con ganas de seguir intentándolo, agradeciendo el arduo trabajo de los meses anteriores y sobre todo, remarcando que su idea de la posibilidad de acabar con el sistema bipartidista alemán era posible.
    Esa específica y definida idea, el hecho de ser capaz de dar una opción, de luchar por unos ideales, fue la conclusión que saque de esa jornada que en apariencia no difería de la que se podría dar en cualquier sede de un partido español. Sin embargo, esa esencia que flotaba en el aire, el perfume de luchar para ganar (por supuesto) pero sobre todo porque creían en el cambio, fue la que se me quedo impregnada. Ojala mis políticos, mis ciudadanos sean capaces de llegar a la misma conclusión. Está claro que la meta, el fin, es la victoria pero esta nunca se alcanzara si uno no se da cuenta que para ello hay que recorrer un camino.